

El avión lleno y el cachondeo con la tripulación iban dejando entrever que esperaba un destino con mucha fiesta y color español. Al bajar del avión ya sentí que el calor de desierto iba a ser mi compañero durant

e el resto del viaje. Una vez dentro del aeropuerto, la primera vista de Malta. Era como estar en Marruecos o un país árabe(moro para los amigos).
Ya tranquilo con mi maleta, mientras esperaba a que me recogieran vi la primera y gran influencia inglesa en la isla: los coches. ¡Otra vez a jugarse la vida cada vez que hay que cruzar la calle, siempre mirando al lado que no toca! Realmente eso era lo de menos, porque al subir a la furgoneta empecé a saber lo que era la conducción en Malta. De primeras, se supone que no se puede ir a más de 60 km/h por la isla. Pensareis, ¿qué mierda, no? Pero no extraña cuando las carreteras están echas polvo y parcheadas, la prioridad la da tocar el pito, los coches se cruzan unos con otros... Un caos.

Aparte de la locura del tráfico, dentro de la furgoneta ya se respiraba ambiente internacional: 6 españoles( siempre ibamos a ser la mayoría), 2 alemanas, 1 turco-alemán y 1 holandesa. Por la ventana, se veía un toque ruinoso en el paisaje maltés. Las casas eran una mezcla de la zona del Mediterráneo de PortAventura pero sin pintar y con el toque árabe que comenté antes.
Me tocó ser el primero en bajar. Me encontré con la mujer de la casa y tres amigas que acababan de llegar de la playa. Mmmm no hay nada mejor que te reciban en un país nuevo 4 morenitas de 65 años. So

lo les faltaba el collar caribeño.
Al menos no iba a estar solo ante el peligro, porque habían otros 5 chavales en casa. Como no mezclaillo internacional: 1 alemán, 1 brasileño medio japonés, 1 suizo, 1 francés y faltaban por llegar 1 turco y 1 eslovaco a la semana siguiente. Si pensais que la casa era una mansión, os equivocais. Estabamos embutidos por las habitaciones.
Después de un tour turístico por la zona en el mega fiesta de la mujer, era hora de probar la comida maltesa. La pasta y la pizza me olía que iban a ser esenciales para sobrevivir durante las 3 semanas.

Una vez tomado contacto con lo básico, tocaba probar la noche. Por suerte, mi casa estaba bien situada y no estaba lejos de Paceville, l

a principal zona de fiesta en Malta. Una calle llena de discotecas y sitios para comer cuando vas ciego, que a base de chupitos dieron fin a mi primer día en la


isla.