
Hola a todos de nuevo. Hace menos de un mes que volví de la isla de Malta y ya me estoy volviendo a ir. Ha llegado el momento del Erasmus, uno de mis grandes sueños de siempre y razón de la que he creado este blog. En Malta, no pude prácticamente escribir, pero espero que os haya gustado el mini reportaje fotográfico(aun faltan las fotos de Gozo).
Mi nuevo destino es Holanda, en la ciudad de Eindhoven, al sureste del país y de la que solo conozco el PSV y la Phillips. No la cogí por la hierba como casi todo el mundo piensa al oir Holanda, está perfectamente situado al centro de Europa (para viajar a muchos más sitios) y además, prácticamente todos hablan inglés(perfecto para no ir más perdido que un pulpo). Ahora quedan 10 meses por delante en un país nuevo con gente y cultura diferentes. Solo puedo decir una cosa, a la aventura…
Salida y llegada a Eindhoven
Llevo casi dos días en Eindhoven y no he parado. Nos han pasado tantas cosas como si hubiéramos estado una semana aquí. Estamos a martes por la noche y llegamos ayer por la mañana prácticamente sin haber dormido. En el aeropuerto la cosa no empezó muy bien, aunque podría haber ido muchísimo peor. Os cuento la historia:
Cogimos el vuelo con Ryanair (que remedio es la que va directa desde Valencia) con la opción de poder llevar dos maletas. No sé si sabréis que en esta compañía lo máximo que se puede llevar son 15kg, por eso cogimos dos maletas pensando que podríamos llevar 15kg en cada una(lo más lógico del mundo). Para asegurarnos, llamamos antes a Ryanair (no te puedes fiar de esa gente ni un pelo) y no los lo confirmaron. Al llegar al mostrador nos putearon de mala manera, eran 15 kg entre las dos maletas(ya me diréis que sentido tiene eso), así que tuvimos que dejarnos una en casa. No servirá de nada pero reclamamos a la tía de la ventanilla (que tenía cara de perro y pasaba de todo lo que le dijeran) y fuimos para embarcar. Ahora tocaba otro reto, entrar al avión con más bolsas de mano de las permitidas. Llegamos los últimos y nos estaban esperando. Tuvimos que rogarles que nos dejaran pasar con todas las bolsas y llorar que nos habían hecho dejar una maleta. Después de consultar con la tripulación, tuvimos suerte y fuimos para dentro con el susto en el cuerpo. 2 horitas y media de viaje para llegar a Eindhoven. Primera impresión: paisajes verdes, cielo gris y cambiar el veranito de Valencia por el otoño más intenso. Ahí estábamos, con todas las maletas, sin tener una dirección donde ir porque la chica de la casa de mi colega aún no nos lo había dicho y yo aún sin piso. Lo primero, buscar algo para no reventarnos con las maletas. Por fin, pudimos dejarlas en la estación de autobuses y poder estar libres para reconocer la zona y esperar a tener la dirección, porque el teléfono que teníamos de la casa no lo cogían. Al cabo de un rato, recibimos un mensaje con la dirección para allí fuimos. Problemón, no había nadie y ninguno de los que llamábamos de la casa nos ayudaban. Al cuarto de hora de estar en la puerta, apareció un turco y nos empezó a contar su vida. Resulta que tenía un “cofi” a dos calles de la casa y nos invitó a ir. Si ya estábamos reventados el “verdaco ” del turco casi nos tumba y menos mal que no fuimos a su casa, que también nos había invitado, pero habíamos quedado un catalán que trabajaba en la ciudad. En el viaje de vuelta al centro conocimos a una holandesa que se propuso ayudarme a encontrar piso, muy simpática también. Así que cuando llegaron las 3, en 5 horas por Eindhoven ya nos habían invitado a fumar, a un café, nos ayudaron con el piso… Sorprendente la amabilidad de la gente de la zona. A esa hora lo único que nos quedaba era hacer tiempo hasta las 7 que hablaramos con el casero. La tardecita la pasamos por la universidad y entre bicis, porque no se puede imaginar este país sin bicis. Hay más bicis que personas y la gente va a tope por los carriles que van paralelos a la carretera. Deambulam
os toda la tarde por la universidad y conseguimos quedar con el casero por la noche. Después de unas pizza, donde un holandés nos informo por su buena voluntad de asociaciones españolas y conocimos a una canaria que vivía con un holandés, pudimos encontrarnos con el casero. Seguía sin haber nadie en la casa, así que el casero nos invitó a dormir en la suya. Imaginaros la situación después del día sin parar: acabamos en la casa de una familia holandesa que acabábamos de conocer. La mujer nos había preparado las toallas para ducharnos, todo un detalle. Además de todo esto, una de sus hijas era la ganadora del OT holandés, por lo menos tuve el honor de dormir en su habitación. Creo que fue un buen final merecido, la camita para descansar. ¿Si todo esto nos había pasado el primer día, que nos pasará todo lo que queda…?
Mi nuevo destino es Holanda, en la ciudad de Eindhoven, al sureste del país y de la que solo conozco el PSV y la Phillips. No la cogí por la hierba como casi todo el mundo piensa al oir Holanda, está perfectamente situado al centro de Europa (para viajar a muchos más sitios) y además, prácticamente todos hablan inglés(perfecto para no ir más perdido que un pulpo). Ahora quedan 10 meses por delante en un país nuevo con gente y cultura diferentes. Solo puedo decir una cosa, a la aventura…
Salida y llegada a Eindhoven
Llevo casi dos días en Eindhoven y no he parado. Nos han pasado tantas cosas como si hubiéramos estado una semana aquí. Estamos a martes por la noche y llegamos ayer por la mañana prácticamente sin haber dormido. En el aeropuerto la cosa no empezó muy bien, aunque podría haber ido muchísimo peor. Os cuento la historia:
Cogimos el vuelo con Ryanair (que remedio es la que va directa desde Valencia) con la opción de poder llevar dos maletas. No sé si sabréis que en esta compañía lo máximo que se puede llevar son 15kg, por eso cogimos dos maletas pensando que podríamos llevar 15kg en cada una(lo más lógico del mundo). Para asegurarnos, llamamos antes a Ryanair (no te puedes fiar de esa gente ni un pelo) y no los lo confirmaron. Al llegar al mostrador nos putearon de mala manera, eran 15 kg entre las dos maletas(ya me diréis que sentido tiene eso), así que tuvimos que dejarnos una en casa. No servirá de nada pero reclamamos a la tía de la ventanilla (que tenía cara de perro y pasaba de todo lo que le dijeran) y fuimos para embarcar. Ahora tocaba otro reto, entrar al avión con más bolsas de mano de las permitidas. Llegamos los últimos y nos estaban esperando. Tuvimos que rogarles que nos dejaran pasar con todas las bolsas y llorar que nos habían hecho dejar una maleta. Después de consultar con la tripulación, tuvimos suerte y fuimos para dentro con el susto en el cuerpo. 2 horitas y media de viaje para llegar a Eindhoven. Primera impresión: paisajes verdes, cielo gris y cambiar el veranito de Valencia por el otoño más intenso. Ahí estábamos, con todas las maletas, sin tener una dirección donde ir porque la chica de la casa de mi colega aún no nos lo había dicho y yo aún sin piso. Lo primero, buscar algo para no reventarnos con las maletas. Por fin, pudimos dejarlas en la estación de autobuses y poder estar libres para reconocer la zona y esperar a tener la dirección, porque el teléfono que teníamos de la casa no lo cogían. Al cabo de un rato, recibimos un mensaje con la dirección para allí fuimos. Problemón, no había nadie y ninguno de los que llamábamos de la casa nos ayudaban. Al cuarto de hora de estar en la puerta, apareció un turco y nos empezó a contar su vida. Resulta que tenía un “cofi” a dos calles de la casa y nos invitó a ir. Si ya estábamos reventados el “verdaco ” del turco casi nos tumba y menos mal que no fuimos a su casa, que también nos había invitado, pero habíamos quedado un catalán que trabajaba en la ciudad. En el viaje de vuelta al centro conocimos a una holandesa que se propuso ayudarme a encontrar piso, muy simpática también. Así que cuando llegaron las 3, en 5 horas por Eindhoven ya nos habían invitado a fumar, a un café, nos ayudaron con el piso… Sorprendente la amabilidad de la gente de la zona. A esa hora lo único que nos quedaba era hacer tiempo hasta las 7 que hablaramos con el casero. La tardecita la pasamos por la universidad y entre bicis, porque no se puede imaginar este país sin bicis. Hay más bicis que personas y la gente va a tope por los carriles que van paralelos a la carretera. Deambulam

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